KIND OF BLUE

18 de septiembre al 11 de noviembre de 2019

Carlos Arnaiz / Daniel Callori / Sarah Grilo / Kirin / Juan Lecuona / Macaparana / Lucía Mara / Ana Sacerdote / Fidel Sclavo / Eduardo Stupía / Carola Zech

En memoria de Menchi Sábat, gran artista y apasionado del jazz, entrañable amigo.

Esta exposición pretende homenajear a un disco y celebrar un color. El disco se llama Kind of Blue (que podría traducirse como ”una especie de tristeza o un tipo de melancolía”). Los cinco temas que lo componen fueron grabados en dos sesiones, en marzo y abril de 1959, en el estudio de Columbia Records, una iglesia ortodoxa griega desafectada de la Calle 30, en Nueva York, por Miles Davis junto a un grupo de músicos notables, a quienes convocó para registrar esta proeza de excelencia musical e inspiración superlativa. Miles, trompetista impar y arreglador, fue el autor de todos los temas del disco, excepto dos en los que compartió la autoría con Bill Evans. La formación quedó constituída por: John Coltrane, saxo tenor; Cannonball Adderley, saxo alto; Bill Evans –gran pianista–; Winton Kelly, otro muy buen pianista, que sólo intervino en uno de los surcos; Paul Chambers, contrabajo; y Jimmy Cobb, batería. Se sabe que poco antes de empezar a grabar Miles, que era de carácter parco y poco expansivo, repartió entre sus músicos unas hojas con breves anotaciones esquemáticas sobre lo que iban a tocar. A diferencia de las grabaciones habituales en el jazz, no hubo ensayos y casi ninguna segunda toma o regrabación. Davis, confiado en el reconocido talento improvisatorio de sus instrumentistas, alentó desde el principio la libertad y la espontaneidad en la ejecución. El resultado fue, posiblemente, el registro más célebre e influyente en su género, una obra maestra reverenciada desde su aparición. Ha sido, además, el disco de mayor venta de la historia del jazz.

Blue es una de esas palabras polisémicas que en inglés poseen más de un significado. Puede ser sustantivo o adjetivo y referirse a un estado de ánimo, tanto como a un color. Kind of Blue se podría interpretar (traducir) también como “un tipo de azul”. El blues es una composición musical nacida entre los afroamericanos en el sur de los Estados Unidos, que generalmente ilustra estados de ánimo melancólicos, plañideros, de evasión o protesta y que refleja sus durísimas condiciones de vida antes (¡y después!) de la abolición de la esclavitud. El nombre deriva de la expresión the blue devils, “los diablos azules”, metáfora de la depresión o la tristeza. El blues es una composición medular dentro de la música popular norteamericana y todo el jazz está marcado por su impronta. Kind of Blue, desde su título, se identifica con la temperatura afectiva y musical que caracteriza a esta música. Según Quincy Troupe, biógrafo de Miles, éste lo eligió aludiendo a la experiencia agridulce de la cultura afro-americana, jugando deliberadamente con la ambigüedad de “blue”, la melancolía implícita en el término y en la composición musical. La singularidad de Miles Davis se manifestó también en las innovaciones técnicas de sus composiciones y en su interpretación. Kind of Blue representa uno de los hitos de lo que se conoce como “jazz modal”, término (dicho de manera muy sucinta y simplificada) que define un concepto compositivo y de ejecución en el que prevalece “la gravedad vertical de la armonía”, (George Russell, músico y compositor, exploró en detalle el asunto). Este modelo –entre otras particularidades– favorece la libertad de improvisación del instrumentista. A lo largo de su trayectoria, Miles fue explorando nuevos lenguajes musicales y cultivó distintos estilos del jazz, desde el bebop, el hardbop, el cool; hasta culminar su búsqueda en los años 80 con sus discos de fusión jazz-rock. Como trompetista Miles tiene un sonido inconfundible e idiosincrático. La ejecución suele ser sobria, económica, sutil. Las pausas y los silencios reiterados contribuyen al misterio y al hechizo. Davis sabe, como pocos músicos de jazz, crear un aura enigmática y sugestiva. Alguien definió su música como “de sofisticada simplicidad”. Lo mismo podría decirse del estilo pianístico del maravilloso Bill Evans, figura central de Kind of Blue. En el otro extremo, e igualmente imprescindible, está el saxo de John Coltrane, torrencial, por momentos sublime, siempre inspirado. En este disco, como en otras composiciones de Davis, se entrecruzan influencias de la música clásica, del jazz tradicional y de otras culturas, como por ejemplo, en Flamenco Sketches, uno de sus temas más bellos. El crítico Ashley Kahn narra en detalle la fascinante historia de este disco capital en su libro Kind of Blue. The Making of the Miles Davis Masterpiece (hay edición española, Alba Editorial, 2002).

Como parte del homenaje a Kind of Blue exponemos las fotos que tomó, durante la grabación, quien fue por años el fotógrafo oficial de Columbia Records, Don Hunstein (1928 – 2017). Tuve la suerte de conocerlo y pasar un largo rato en compañía suya durante mi primera visita (en marzo de 2011) a su modesto apartamento, cerca de Lincoln Center, en Nueva York. Don hablaba apenas, su cara expresaba una gran simpatía y afabilidad, su mirada era dulce y vivaz pero ya se cernía sobre él la niebla del Alzheimer, que finalmente terminó con su vida. Pero en esa primera visita todavía reparaba en su entorno, prestaba atención a mis preguntas y me respondía con gestos de asentimiento y sonrisas elocuentes. Tengo un recuerdo muy vívido de nuestro encuentro. Le hice preguntas generales sobre sus fotografías más conocidas, muchas de ellas reproducidas en los álbumes de Columbia. Además de haber registrado paso a paso las sesiones de Kind of Blue, Don fue el fotógrafo exclusivo de Glenn Gould, que sólo le permitía a él que lo fotografiara mientras grababa. También son suyas las célebres fotos de Bob Dylan, en 1963, desabrigado y tiritando, por las calles nevadas de Greenwich Village, con su novia de entonces, Suze Rotolo. Retrató maravillosamente a Simon y Garfunkel, a Johnny Cash, a Aretha Franklin, a Billie Holiday (hay tomas suyas memorables, junto a Coleman Hawkins), también a Thelonious Monk, a Brubeck, a Gillespie, a Mingus, a Ellington y a otros tantos músicos que pasaron por Columbia o que fotografió por amistad y admiración. En esa primera visita yo le iba señalando algunas de sus fotos que tenía colgadas en las paredes. La cara se le iluminaba cuando le mencionaba al fotografiado pero rápidamente dirigía la mirada hacia otro lado, fuera del campo visual de la foto. Creo que entendí, o creí entender, que Don estaba mirando desde otra parte, desde otro tiempo. Un año después volví a visitar a los Hunstein pero entonces Don, aunque presente, ya no parecía estar allí. Mi interlocutora en ese momento fue su esposa, DeeAnne, a quien volví a ver después del fallecimiento de Don. Afortunadamente, a través de DeeAnne pude adquirir varias fotografías, que ahora exponemos, de este legendario fotógrafo.

EL AZUL
Probablemente sea el color de mayor difusión y popularidad en Occidente (en otras culturas, en Japón, por ejemplo, ese lugar lo ocupa el negro). Según nos enseña el historiador Michel Pastoureau, en sus fascinantes libros sobre el color, esta importancia del azul es relativamente “reciente” en la historia de la humanidad. En la antigüedad el azul no era considerado verdaderamente un color; solamente el blanco, el rojo y el negro tenían ese estatus. La excepción era el Egipto faraónico, donde se creía que el azul traía buena suerte en el más allá. La antigüedad griega prácticamente ignoró el azul (en la escala cromática más antigua que se conoce, Aristóteles no lo incluye y sólo fue intercalado en la Edad Media, entre el verde y el negro.) En la Roma antigua era desdeñado e identificado con las culturas “bárbaras”: para una mujer tener ojos azules era un símbolo de mala vida y para los hombres un rasgo físico vergonzante. En el principio de la cultura hebrea –nos dice Pastoureau– en general se les prestaba poca atención a los colores y en el Antiguo Testamento no aparecen con frecuencia. Esta actitud se revierte radicalmente en Occidente, a partir de los siglos XII y XIII, en los que se produce un cambio en la liturgia y en la representación artística de lo divino. El Dios de los cristianos representa la luz, ésta se transforma en azulada y al cielo –por primera vez– se lo muestra azul; el color emblemático de la Virgen es el azul y su manto y sus vestiduras son de ese color. Desde entonces el azul se ha convertido en uno de los colores con mayor contenido metafórico en nuestra cultura.

En su influyente “Teoría de los colores” (1810) Goethe atribuye a éstos una significación simbólica y les otorga una gran influencia sobre los individuos. El libro –que rompe con las teorías de Newton sobre el tema– es a la vez un estudio científico y un tratado sobre la psicología del color. Para Goethe el azul tiene una connotación sombría y melancólica y le asigna un efecto paradójico de distancia y cercanía, una sensación contradictoria de excitación y reposo. Varios pensadores y científicos se entusiasmaron con las teorías de Goethe. Uno de los filósofos más importantes del siglo XX, Ludwig Wittgenstein, publicó en 1951, hacia el final de su vida, un libro sobre este tema: “Observaciones sobre los colores.”

Mucho se ha escrito sobre el azul y desde diferentes ángulos. Tengo especial admiración por un ensayo escrito por el filósofo, novelista y crítico literario norteamericano William Gass que, en una prosa rica, por momentos procaz, con una retórica muy barroca y desbordada va explorando la trayectoria –con frecuencia ambigua– de este color en el lenguaje y la cultura anglosajona y, ocasionalmente, en la francesa. Dice en cierto punto Gass (que viene enumerando otros colores) “[…] El azul es por lo tanto el color más apropiado para la vida interior. Ya sea ligero agudo intenso escurridizo parco agrio raudo nuevo y fresco o dulce hondo oscuro sofocante suave lento terso grave viejo y tibio: el azul se mueve con facilidad por entre todos ellos, y todos modifican profundamente los estados de nuestros sentimientos”. (William Gass, On being Blue. A Philosophical Inquiry, 1976). Hay una muy buena traducción española de este texto casi intraducible: “Sobre lo azul”, Ed. La Navaja Suiza, Madrid, 2017.

En nuestra exposición presentaremos obras sobre distintos soportes de un grupo de artistas que eligieron su propio tono de azul para sumarse a esta ocasión celebratoria.

Jorge Mara, 2019


Una versión de este texto, con informaciones suplementarias, ha sido publicado en la REVISTA Ñ, del Diario Clarín, de fecha 14/9/2019 – Copyright © Clarin.